lunes, 8 de agosto de 2011

Una Casa

En algún momento de mi vida, decidí que era mejor vivir en una casa, y a diferencia de la mayoría de las cosas que resuelvo, esta se dio. El destino tiene formas crueles de reírse de nosotros.

Nunca fui un fanático de los animales. Bastante ya me cuesta entender a la gente.

La presión empezó casi sin que yo lo advirtiera, pero no se detuvo nunca, hasta que se hizo insostenible. No cedí, pero poco importó, y así un día del padre, me encontré con un simpático cachorro, que tenía el poder de haber meado hacía cinco segundos, cuanta cosa yo me decidía a tocar.

Lo bueno del perro es que se fueron los gatos que invadían mi jardín. Lo malo, aparecieron ratas. Todavía no les puse nombre.

Colmada la cuota de mamíferos, aparecieron los insectos. Primero las hormigas, de varios colores y tamaños. En cantidades industriales. Después las avispas, abejas y camoatíes, que con la perseverancia de obreros japoneses, hacían nidos en todas las paredes de la casa.

En verano los mosquitos, pero les gustó tanto mi casa, y en particular mi sangre, que los únicos días que no vienen son aquellos en que hiela.

En algún momento, entre tanto insecto, el perro creció, hasta convertirse en algo que chupa más energía que un agujero negro. Mi energía.

Empecé paseándolo a pie, después en bicicleta, y por último en una motito (re canchero). En eso estoy ahora, pero ya me caí un par de veces, y los moretones duelen más que antes.

La bitácora la escribo después de una noche movidita. Me ensarté un dedo en una trampa para ratas (es un mito eso de que comen queso). Después, a mi perro le dio un ataque de epilepsia, delante de mi hija menor.

No sabíamos que el perro hacía esas gracias. Hay gente que en las emergencias se paraliza. Yo no. Yo hago estupideces. Teniendo miedo de que se ahogue, le metí la mano en la boca, para sacarle la lengua. Lógicamente, lo primero que hizo cuando se recuperó, fue morderme.

Estamos en invierno, y puedo decir sin un gramo de pesimismo, que será el último mío. El perro seguirá creciendo, y su energía terminará por absorber toda la mía. Lo que quede, se lo chuparán los mosquitos, que de “quitos” no tienen nada. Por último, todos esos bichitos que tan plácidamente duermen en los nidos que construyeron, saldrán también a picarme, cuando las flores florezcan.

Lo único que me queda claro, es por qué el destino quiso que yo me mudara a una casa.

4 comentarios:

  1. Brillante ecologista!,
    Ponga en su blog este cartel " Ningún animal ha sido dañado en el transcurso de este post, salvo el que abajo suscribe..."
    Atte/

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  2. no pare de reirme ni un segundo xD!

    esta genial, Nippur! un abrazo!

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  3. Tal vez si le encontremos explicación a algunas cosas que suceden y encuadramos en lo que normalmente creemos es destino, unas llegan más rápido que otras.

    Me gusta la manera en la que finalizás

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  4. Guau, me encantó.

    Ya no tengo tantas ganas de mudarme ahora.

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