viernes, 14 de octubre de 2011

Linaje

Venimos de un importante linaje de profesionales del derecho.

Mi abuelo fue presidente de la Corte Suprema de Justicia, por más de veinte años, y son varias las plazas y avenidas que llevan su nombre, que también es el mío.

Mi padre fundó el estudio jurídico más grande del país, y me lo cedió para que lo convirtiera en uno de los más importantes del continente. Lo hice.

Y así llega el momento que por generaciones se ha repetido en mi familia, la ocasión en la que el primogénito le comunica a sus ancestros (vivos), lo que ha decidido para su futuro.

Mi hijo no parece apreciar la solemnidad del momento, y mi padre está ligeramente aburrido. Lo conozco.

No hay ninguna duda para nadie sobre la forma en que la conversación se llevará adelante, y es la única cosa que me desagrada. Descubro que como mi padre, yo también estoy aburrido.

Los genes corren fuerte por la sangre de mi hijo, y lo hemos sabido desde el día uno. Medalla de oro en el primario y en el secundario, cuatro idiomas fluidos, y atlético por dónde se lo mire. Navegará por la facultad de derecho como si fuera un lago, y tomará mi lugar antes de los treinta. Si el mundo no estalla antes, él será su dueño.

-Hijo –le digo con una solemnidad que me revuelve el estómago- ¿qué es lo que vas a hacer?

No tengo que escuchar las palabras para saber lo que viene, pero debo hacerlo. Miro de reojo a mi padre, quien está a segundos de quedarse dormido.

Tomás –mismo nombre que mi padre, y que yo-, se yergue en la silla de cuero, y con voz firme, dice una sola palabra, que nos sacude.

-Músico.

Una corriente eléctrica recorre las sillas de mi padre y la mía, y nos incorporamos al instante.

-¿Músico?-es lo único que tiendo a balbucear.

El asiente, y con total naturalidad, sostiene las miradas. Los ojos de mi padre son grises, y los míos también, aunque algo más oscuros. La prensa ha dicho que en ocasiones, en ocasiones duras, se ponen negros. Y son cuatro pozos los que taladran el tranquilo semblante de Tomás. El, inmutable.

El pelo un poco más largo que lo que debería estar, y los jeans rotos. La remera negra arrugada, sin ser desprolija, y sus zapatillas también negras. Eso es lo que veo enfrente mío, pero no es en eso en lo que pienso.

Pienso en un futuro que podría ser brillante, en dones que le han sido dados, con un propósito que nunca sabremos, y en la facilidad con que ha tomado una decisión que podría ser catastrófica en su vida.

-¿Estás seguro?

Asiente de nuevo, y se han terminado las palabras. Si algo me queda claro es que no hay duda alguna en su decisión.

-Tengo que hablar con tu abuelo. Nos vemos en casa a la noche. ¿Vas a estar?

Dice que sí, y después de darle un beso a mi padre, se va.

Pasan unos segundos, y el silencio es total. Pero es mi padre el que empieza a romperlo con uno de sus atronadores rugidos.

Poca gente los ha visto, y es que él no es propenso a ese tipo de demostraciones, pero yo las conozco. Empieza con un alarido ronco desde la boca del estómago, y se convierte en grito a la altura de la garganta. Cuando llega a los labios, ya es carcajada.

Se ríe, se ríe con más ganas de las que lo vi reírse nunca, y lo único que no me deja ver bien el panorama completo, son las lágrimas que mis propias carcajadas me provocan.

La escena dura cinco minutos, quizá alguno más. Al final, mi padre logra recomponerse, y entre jadeos, habla.

-Músico… nunca voy a entender cómo jugás tus cartas, para ganar siempre. Estás seguro de que es bueno, ¿no?

-Buenísimo-le respondo, en lo que es uno de los días más felices de mi vida.

6 comentarios:

  1. Idolo!!! genio!!!! terminame la novela plis q me estoy comiendo los dedos!!!, saludos

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  2. Tal vez venía del mismo linaje pero no de la misma genética. Quien sabe. Gracias por el cuento. En la dulce espera de tu libro &

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  3. Un sucio truco...
    bien relatado...
    Atte/

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  4. Hola,
    He llegado aquí y me he puesto a curiosear. De momento, he leído alguno de tus relatos y el primer capítulo de tu novela. Me han gustado mucho.

    Saludos

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  5. ah bo es maravillo!!! me encanto!! muy bueno Marcos! que groso! clap clap clap!!! :)

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  6. El último giro que le das a tus cuentos me mata, casi literalmente. Creo que es lo más impactanto de ellos.

    Leí varios que no comenté, pero destaco eso. Tus finales inesperados me encantan. Porque sólo me resultaron predecibles dos o tres.

    No hace mucho que encontré este blog, pero abusé mucho de él. Qué cantidad de minutos bien gastados. Ya ningún blog va a ser lo mismo.

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